martes, 10 de noviembre de 2009

Luis D'Elia y la polémica como método de representación



La primera palabra que viene a la mente cuando se habla de Luís D’Elía es “polémico”. Aunque a veces es utilizada simplemente con un tono peyorativo o descalificador hacia su persona, esta forma de describirlo puede tener otro enfoque. Si se toma la definición de polémico como “quien provoca controversias”, o sea, quien sostiene discusiones que dan lugar a opiniones contrapuestas, el panorama se abre.

Es que el “mediático” (¿o mediatizado?) dirigente social utiliza, en cada una de sus apariciones públicas, un lenguaje y una carga argumental que aparentemente no le serían “funcionales al sistema”. Cuando se lo plantea como supuesto es porque resultaría interesante analizar a quién le es (o le fue) funcional D’Elía y a quién no.

Más allá del enigma acerca de cuál es exactamente su base ideológica, el líder de la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat (FTV) propone, como lo hizo ante los alumnos de la escuela de periodismo ETER, la discusión de temas que están totalmente fuera de cualquier cobertura de los medios. Por ejemplo, la trama detrás del atentado a la mutual judía AMIA, o el rol de Alberto Fernández en el conflicto entre el Gobierno y las entidades representantes del agro cuando era jefe de Gabinete.



D’Elía pronunció siempre consignas no funcionales al poder económico argentino desde su irrupción mediática como “líder piquetero”. Este término fue creado con una connotación negativa, de forma que aún cuando era diputado no se lo presentaba en la televisión como tal sino como alguien “que cortaba el tránsito” de forma antidemocrática. En íntima conexión con los grandes medios, los poderosos hubieron de sentirse de alguna forma molestos o tocados, ya que de lo contrario, generar la idea de que D’Elía es un “hombre desagradable” nunca hubiese sido necesaria.

Porque lo que anula la posibilidad de siquiera escuchar un argumento del ex funcionario kirchnerista es esa construcción que se hizo alrededor de su persona. Muchos, que incluso pueden llegar a tener considerables ideas en coincidencia con el dirigente, al hablar sobre D’Elía plantean que les provoca rechazo. Pocos son los que rebaten sus manifestaciones, que en numerosos casos son cuestionables.



Del otro lado, D’Elía y su organización sí fueron funcionales al crecimiento político del ex presidente Néstor Kirchner en el año 2003. El entonces primer Mandatario estableció una relación en la que no se respetó la autonomía organizacional de los movimientos sociales y desde el Estado se les impusieron normas contra sus voluntades, lo cual produjo que muchos le retiraran el apoyo (un trato basado en la heteronomía).

El FTV se mantuvo dentro y no se le puede achacar a D’Elía que lo hayan decidido bajo presión pues con el correr del tiempo varias fueron las “oportunidades políticas” de salirse del Frente para la Victoria. Por el contrario, el dirigente fortaleció su apoyo, al punto que fue nombrado subsecretario de Tierras para el Hábitat Social por Kirchner. Su accionar irresponsable, como por ejemplo cuando tomó una comisaría del barrio porteño de La Boca, sumado a la voracidad de los medios, lo llevaron a ser desplazado del cargo y a pasar a un segundo plano dentro del kirchnerismo, que a la vez profundizaba su lazo con la estructura del justicialismo bonaerense.



En suma, es posible establecer que Luis D’Elía es un personaje polémico, pero siempre y cuando se lo analice por la profundidad del contenido de su mensaje y sin el prejuicio que, aunque sus críticos lo nieguen, existe por su procedencia, su cultura y su forma de expresarse. La de él es una voz que, mal que le pese a muchos, es representativa de una importante cantidad de gente y, como tal, tiene derecho a ser manifestada y escuchada.

miércoles, 7 de octubre de 2009

70 segundos antes del Knock Out y la Fiesta Inolvidable



A veces cuando se asiste a un recital o fiesta, y se pasa una excelente noche, es difícil establecer exactamente el porqué, ya que se suele dar una mezcla de factores poco identificables. En el caso de la clausura (en lo que respecta al 2009) del ciclo 70 segundos antes del Knock Out, el último viernes 2 en el Centro Cultural Castorera, estuvo muy claro. Es que sumada a esa exaltación de la libertad ya relatada previamente en este blog respecto de la primer fecha de este evento, hace casi un mes, la combinación de tres excelentes performances más un público con una histeria y excitación acorde generó un clima que rayó la perfección.
                El hecho de que se fusionara con el clima nocturno y festivo de un viernes, pues las bandas no comenzaron a tocar hasta las dos de la mañana, le dio un toque final a un cóctel explosivo que hizo detonar la cabeza de la mayoría de las personas que colmaron la capacidad del lugar. El ambiente se creó con esa rapidez particular creada por la expectativa de saber cómo sorprenderían los artistas. Y vaya que asombraron. 

                El puntapié inicial lo dio la gente de Tulús, un cuarteto que a base de una potente apuesta a los sintetizadores más unas voces pop pero agresivas y melodías amigables hacen recordar por momentos a las primeras épocas de Pez (de Ariel Minimal). Interpretaron algunos de los temas de su EP de 2008 (que lleva como título el nombre del grupo) y si bien tuvieron un show corto, hicieron un contrapeso muy bueno con las otras dos bandas y lograron entusiasmar a gran parte del público.
                Llegó luego el turno de los muchachos de capucha. Lo de Dietrich fue literalmente alucinante. La química que generan con la audiencia es admirable, al punto de que el acompañamiento rítmico de la gente con las palmas, aunque no es necesario, se torna natural. Mover la cabeza o el pie al compás de la música, algo tan normal en un concierto de rock, se vuelve un espectáculo cuando desde afuera se observa a una gran masa de personas moviéndose sin sincronización.

                Uno de los principales desafíos de las bandas que no tienen voz es lograr que la atención no se focalice en un instrumento. Otro, que las sensaciones producidas en quien las escucha trasciendan el momento de la canción. Dietrich supera ambos a la perfección. El sonido de su genial Interlaken puede perdurar repitiéndose en la cabeza durante días. La impresión de su estilo musical queda clara y entonces disfrutarlos es de lo más sencillo.
                La evolución de Pommez es asombrosa. Es notorio que están allanando el camino para desarrollar un futuro muy promisorio, lo cual hace que se los vea sin contracturas. No es posible hablar de que han llegado a la cúspide porque es inverosímil ver agotada la capacidad creativa del grupo, pero sin dudas expusieron uno de sus picos máximos en cuanto a ejecución y conexión con la audiencia. Los resultados de este proceso actual se verán, seguramente, con el lanzamiento de su nuevo disco hacia fin de año.

                Lo curioso con Pommez es que la irrupción de las voces en sus sets, algo quizá impensado hace años, no tiene nada de abrupto. Su incorporación fue paulatina, y aunque provocó impacto, la respuesta del público es cada vez más satisfactoria. A tal punto se dio esto el último viernes que en Weberwiese, un tema que contiene una evidente influencia de ritmos brasileños, provocaron un entusiasmo y ese sublime agite típico del rock.
                Los organizadores del evento, a la hora de promocionarlo, habían prometido un final en conjunto entre Pommez y Dietrich. Algo preparado (y no una improvisación entonces) a modo de conclusión del 70 segundos antes del Knock Out de este año. Lo que nadie hubiera supuesto es que iban a interpretar, luego de una breve introducción, una ecléctica versión de “Shout” de Tears For Fears. Quedó plasmado claramente el espíritu de colaboración entre los artistas que participaron en el ciclo y su intención de divertir a la gente, por lo que definitivamente fue la mejor forma de cerrar el ciclo. No quedará otra que, con ansias, esperar que el año del bicentenario traiga bajo el brazo una nueva versión de este magnífico espectáculo.



Fotografías: Agustín Giataganellis.


miércoles, 30 de septiembre de 2009

Que diez años no son nada...



Diez años, en el reloj de la historia, parece ser muy poco tiempo. El siglo veinte trajo, junto a sus constantes avances tecnológicos, procesos cada vez más cortos. Así, el movimiento antiglobalización, tal vez el primer gran proceso del siglo XXI, está por cumplir su décimo aniversario y parece encontrarse en un momento de total incertidumbre. El 30 de noviembre de 1999 (conocido luego como N30), cuando alrededor de 100 mil manifestantes sin organización partidaria política lograron que se levante la “Ronda del Milenio” de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en la ciudad estadounidense de Seattle, estalló una tensión interna a un amplio sector de la sociedad que decidió no tolerar más la opresión económica neoliberal y tomó de una forma original las calles.

De todos modos, ningún evento comienza en un día. Si bien el N30 produjo la explosión de estas nuevas formas de activismo político, ya había gestaciones previas en distintos lugares del mundo. Y Argentina no fue la excepción. El historiador Martín Bergel, de 35 años, fue uno de los primeros militantes antiglobalización argentinos, incluso antes de que fuera llamado así. En 1999 participó de “501”, una experiencia que planteaba que en las elecciones presidenciales de ese 24 de octubre no había en juego algo importante pues “todos los candidatos representaban la reproducción del sistema de ese momento”, y que consistió en movilizarse a 501 kilómetros del lugar de residencia, donde es legal no presentarse a votar.

Luego de esa acción, y ante la disyuntiva de qué hacer con lo generado y cómo seguir, Bergel y sus compañeros de militancia se sintieron atraídos por lo novedoso del llamado al “día de acción global” en Seattle y se involucraron cada vez más en un movimiento que comenzó a adquirir una mayor adhesión mundial. El compromiso del historiador fue tal que organizó distintas acciones en Argentina y participó de la primera reunión de los “antiglobales”: el Foro Social Mundial (FSM) realizado en la ciudad brasileña de Porto Alegre en enero de 2001.

Una década después, quien fue uno de los representantes argentinos más activos del movimiento antiglobalización repasa sus años de militancia, su visión de la actualidad del movimiento y, entre otros temas, la situación actual de Latinoamérica tras la irrupción de gobiernos de mayor corte popular.

¿Qué le representó la participación en el movimiento “501”?

Fue para mí una experiencia muy intensa con resonancias impensadas. En ese momento se estaban lanzando las primeras listas de grupos por e-mail, y la experiencia del movimiento 501 circuló por listas globales.

¿Qué sucedió luego de ese día de acción?

El problema era si seguir o no. Se trataba de un movimiento raro, porque se había formado con un objetivo y una fecha puntual, entonces el después era un problema. Con la circulación por las listas de correo electrónico nos comenzamos a vincular con la movilización a Seattle para el N30. El llamado nos parecía muy interesante porque era muy político pero al mismo tiempo era heterodoxo en los lenguajes utilizados. Por ejemplo, se llamaba a hacer fiestas frente a las Bolsas de Comercio. Era algo nuevo y nos gustó que las protestas tuvieran un carácter festivo.



¿Qué pasó el 30 de noviembre?

Nosotros organizamos una pequeña jornada que se hizo enfrente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Pero no nos imaginábamos que Seattle iba a tener tal repercusión. Fue un rotundo éxito: se detuvo la Ronda de la OMC. Fue la gran explosión del llamado “movimiento antiglobalización”.

El filósofo francés Edgar Morín sostiene que ese día comienza el siglo XXI, ¿qué opina?

Es una lectura posible, aunque no deja de ser sugerente esa idea. Es que además el movimiento tenía una vocación de contemporaneidad en el sentido de asumir todos los elementos novedosos, como las nuevas tecnologías, e incorporarlos a usos prácticos. En ese sentido la frase me parece interesante, ya que se trataba de incorporar las claves de la época y proponer algo nuevo. Contenía promesas para desarrollar en el siglo XXI.

Dentro de las nuevas tecnologías, ¿se destaca la internet?

Sí, claramente. Después del N30 me vinculé mucho al movimiento global. Hice muchos contactos a través de internet con gente de Brasil, España y otros países. Todos estábamos lejos físicamente pero muy próximos en preocupaciones. Sin la irrupción de esta nueva forma de comunicarse hubiese sido totalmente imposible que se gestara semejante movilización.

¿Cómo se pasó de esas actividades al primer Foro Social Mundial de Porto Alegre?

El hecho de que lo organizara un partido político, el Partido de los Trabajadores brasileño, generaba recelo. A mí en particular me fascino el Foro. No se notaba lo relativo a la vieja cultura política. Había una diversidad muy interesante. La primera imagen que se obtenía del Foro era “caos”, pero a mí y muchos otros eso nos estimulaba. Era muy emocionante encontrarse con gente de lugares tan distintos y sentirse parte de un “nosotros”.

¿Participó de algún otro día de acción global?

Participé en la contracumbre del Grupo de los 8 en Génova, Italia, en julio de 2001. Esa acción significa un mojón muy importante en la historia del movimiento antiglobalización. Fue una experiencia muy fuerte, porque se movilizaron cerca 150 mil personas.



¿Es la movilización de tanta gente uno de los mayores logros del movimiento global?
Yo creo que sí. De todos modos, es uno de sus puntos de crisis, ya que no se logró ver cómo traducir semejante movilización en logros concretos. Pero sí se evidenció una concientización de idea de crisis del neoliberalismo. Se trajeron nuevos temas a la agenda política como el medio ambiente, cuestiones de género, o la problemática campesina, todos asuntos que estaban relegados.

¿Qué otros logros le atribuye a la acción antiglobalización?

Que los ocho tipos más poderosos del mundo se tuvieran que juntar casi en secreto porque la vista de todo el mundo estaba puesta allí fue un triunfo político. El G8 y las otras instituciones perdieron legitimidad y esa es una victoria innegable.

¿Qué opina del rol que jugaron los mismos manifestantes como productores de información?

Gracias a internet se produjo una democratización en los medios de comunicación, en el acceso a la información. Indymedia, la red de medios independientes, tenía un lema que a mí me gustaba mucho: “No odies a los medios, sé los medios”. En una movilización se veía a alguien que al mismo tiempo que participaba estaba filmando. Era una figura nueva, muy poderosa. Se conformó entonces una red global que producía su propio conocimiento y lo comunicaba sin esperar a que vinieran los grandes medios.



¿Por qué cree tuvo mayor resonancia la acción del movimiento global en Brasil que en Argentina?

Considero que la principal diferencia está en cierta impronta del PT brasileño. Sobre todo su corriente interna “Democracia socialista”, que tuvo mucho que ver en la gestación del FSM. Tras notar esa diferencia de resonancia, nosotros quisimos establecer actividades para conectar esos con los procesos argentinos, sobre todo después de diciembre de 2001, pero nos encontrábamos con interlocutores erráticos.

¿Podría haber sido la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) un movimiento sindical más compatible?

La CTA, como escisión de la CGT, podría haber sido un núcleo de recepción más afín. Era un nuevo sindicato, con nuevas ideas. Pero sus líderes nunca se involucraron.

¿Qué relación hay entre la concepción latinoamericana de “Socialismo del siglo XXI” y las experiencias globales?

Evidentemente el mundo cambió en 10 años. Creo que no pensábamos ni apostábamos porque todavía desde el Estado se pudiera hacer algo. No era lo que nos gustaba, pero tampoco era lo que veíamos como posible. El Estado estaba realmente atenazado por las fuerzas de la globalización. Aparentemente no es tan así, hay un cierto espacio. En Europa se ve con entusiasmo lo que pasa en Venezuela y Bolivia. Otros dicen que Chávez reproduce el sistema y que no es una alternativa viable. Yo tiendo a pensar como este segundo polo. Al mismo tiempo, algo crítico empezó a ser cómo articular los nuevos movimientos con ciertas instancias estatales de modo que esa relación no produjera heteronomía. Es decir, que mantuviera la autonomía de los movimientos y que el Estado no les impusiera normas contra su voluntad.

¿Cómo ve el caso de Argentina?

La relación de los movimientos sociales con el ex presidente Kirchner fue heterónoma. De todos modos, me descubro cercano al kirchnerismo en cuanto a las pujas que se viven hoy con la derecha, aunque esto no quiere decir que los vote. Millones de cosas me disgustan pero algunas pequeñas, como el discurso de Cristina cuando hace un énfasis feminista por ejemplo, hacen una diferencia con esa vieja tradición populista-estatista.

¿Cómo ve la situación del movimiento global en la actualidad?

Lamentablemente, los intentos por reflotar el movimiento global no han sido muy exitosos. Yo sigo apostando por un movimiento global que recoja lo muy rico de lo que se produjo, aunque me alejé de una militancia concreta porque no hay elementos de la realidad que me entusiasmen. Pero al mismo tiempo en Latinoamérica las esperanzas están puestas en las acciones estatales y en Europa están totalmente desconcertados. No es un momento de claridad.

¿Existe una mirada nostálgica en usted?

Fueron momentos muy lindos e intensos, donde creímos que se podían hacer cosas grandes. Gente con ningún poder que conseguía interpelar a los poderosos del mundo. Por ese lado sí puede surgir nostalgia. No quisiera sentir este tema agotado.

Si el movimiento antiglobalización resurgiera con la fuerza de hace 10 años, ¿cree usted que apoyaría y participaría en la militancia?

Sí, sin dudas. Dentro de mis posibilidades siempre voy a dar mi apoyo. Mi apuesta sigue siendo al movimiento global y a sus prácticas.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

70 segundos antes del Knock Out o la exaltación de la libertad


Existen quienes consideran que un concierto obtendrá la aprobación final del oyente si se le provoca la mayor cantidad de sensaciones posibles en los primeros instantes. Otros plantean que el momento final es el más importante ya que lo último es lo que “más queda en la memoria”.
        En los “festivales del marketing”, donde una gran marca busca imponerse en el mercado de los jóvenes-adultos (18 a 35 años), el orden en que se presentan las bandas lo establecen los productores del evento con un criterio verticalista en cuanto a la importancia de los artistas. Así, quienes adscriben a una u otra forma sobre qué será lo esencial a tomar en cuenta a la hora de emitir juicio sobre un recital recibirán una secuencia de bandas organizadas de menor a mayor importancia con un principio y un fin marcado para cada una.
70 segundos antes del knock out enfoca distinto. Es una propuesta multidisciplinaria que, si bien centrada en lo musical, se propone intervenir artísticamente el espacio del Centro Cultural Castorera  con una apuesta compleja y profesional.  Una intervención la puede iniciar una banda y la puede concluir una improvisación de tres tocando al mismo tiempo. La acción colectiva es su motor y por eso se plantea una horizontalidad donde los artistas intercalan sus sets y dan una serie de microeventos a lo largo de la noche.
Con este contexto, el público se ve llevado a una participación activa y selectiva: cada uno puede observar, oír e interpretar lo que desee. Este último punto vuelve al evento una fuente de libertad a la que es difícil acceder hoy en día en un recital de rock. Los organizadores de 70 Segundos sostienen que “cada intervención es un evento único y, por lo tanto, irrepetible”, marcando la clara diferencia con los de los festivales empaquetados en una línea de producción.
En esta ocasión, las bandas involucradas fueron Pommez(una de las bandas “anfitrionas” junto a Dietrich, que tendrá su turno este jueves próximo), Proyecto Gómez y Fiesta Animal. Tres bandas con intenciones y estilos distintos, pero convertidas en compatibles por un contexto despojado de convenciones.
Pommez tuvo una actuación despareja si se tiene una mirada global, pero fueron beneficiados por el formato de serie de sets, ya que luego de un tema que resultó fallido (y que la banda no pudo o no quiso ocultar) la corriente de atención fluyó hacia los otros artistas y, al volver, desplegaron lo mejor de sí. Pommez generó explosiones musicales controladas casi milimétricamente  e hizo de la agresividad algo cómodo.
Aquí un video de Pommez tocando por abril en el primer 70 segundos de este año:


A través de la gente que se disponía en el medio del gran salón de Castorera, y enfrentados a Pommez, la gente de Fiesta Animal hizo un gran despliegue instrumental, donde la manipulación de los sonidos varió según sus temas. Una constante rotación de sus integrantes entre batería, bajo, guitarra, teclados y sintetizadores, más una hiperactiva cantante, hizo que desde la indefinición se pudiera manifestar satisfactoriamente una forma de concebir la música.
Interesante video de Fiesta Animal en el que también se explicita su búsqueda:


El escenario principal estaba cubierto por un telón que hizo de pantalla para distintas proyecciones. Cuando se lo levantó, apareció un hombre. Sólo. La batería sin baterista. Parecía ser la ironía del solista intentando llenar el escenario. Pero no: Proyecto Gómez es una banda que tiene un solo integrante. Y aunque no le envidia nada en la versatilidad a los “hombres orquesta”, de payaso tiene poco. Aunque muchos sonreían estupefactos ante tanto talento. Una inyección de swing con una rigurosidad rítmica impresionante. Sin dudas llenó el espacio y produjo unas cuantas de las mejores sensaciones de la noche.
Aquí el video del tema con el que Proyecto Gómez inauguró su participación:


Luego de un final que tuvo a las tres bandas improvisando, la sensación varió según cada persona. Y si se generaron las mismas impresiones fue, de seguro, no por una intención anterior de los artistas sino porque a veces la libertad pone a los individuos en el mismo camino y los conduce hacia una comunión.



70 Segundos antes del Knock Out se realizará todos los jueves de septiembre y el primero de octubre. Para más información, ir a la página del evento: http://www.myspace.com/70segundosantesdelko

domingo, 30 de agosto de 2009

Domingo (Parte I)


Los días nos cambian, nos nutren, nos pudren. Son buenos, malos, buenos y malos. Creamos líneas en las que pretendemos dividirlos: la naturaleza nos dio la noche y el día. A la vez, podemos tener la mejor jornada en la cama y sumergirnos en la miseria en el trabajo. Al final del día hacemos balances, hacemos planes. El día es un núcleo de inmanencia pura. Hay quienes creen que todos los ciclos de 24 horas son perfectos y que nosotros, hombres y mujeres del mundo, los hacemos una porquería. Otros creemos lo diametralmente contrario: creemos que los días son naturalmente insulsos, desastrosos, y que depende del Uno hacerlo glorificante, bueno. Lamentablemente, los egoístas somos de ese modo optimistas, pues no podemos hacernos cargo de una jornada terrible.
Por ejemplo, el domingo, el momento que el Señor decidió tomarse para descansar, es el día con mayor cantidad de suicidios en el mundo. Hoy, domingo, alguien que no podrá hacer de su día un momento placentero decidirá morir. No es casualidad que esto suceda así. La propia naturaleza del hombre lo ha llevado a segmentar y encuadrar sistemáticamente todo lo que hace. Así se inventaron las estructuras, y entre ellas, la semana. Y no es azaroso que el domingo sea un día suicida y de tristeza, ya que es al mismo tiempo la clausura y la apertura de una semana. Es el paso de una estructura a otra. Eso requiere de un esfuerzo especial de todo individuo. Quienes no pudieron hacer nada por su jornada por sentirse solos, más allá de cualquier cuerpo que los acompañe en su vida, son los que tienden en principio a preguntarse si vale la pena hacer ese esfuerzo para pasar a la siguiente estructura. Quienes, además, tienen tatuada en la corteza cerebral, en representación del pecado capital que representa a cada persona, la palabra “pereza”, tendrán el camino allanado para olvidar los malos días.
Esta es la historia de un joven egoísta, desganado y de alma solitaria que vive su último domingo.

viernes, 21 de agosto de 2009

Café El olvido


Ella y él se sientan en una mesa en la mitad del salón del café y creen que pasarán desapercibidos. Ambos saben por qué están ahí, pero lo disimulan como quien sabe el secreto de que dios no existe. Se miran como siempre, pero sus ojos se dicen “¿Vas a hablar vos primero?”. Él pasa las hojas de la carta sin leer, ella busca su celular en su bolso porque cree haberlo oído sonar, pero sabe bien que lo apagó porque no quiere ser interrumpida. Ella lo va a dejar, y sabe que él está al tanto de que el amor que los unía se fue en la última pitada del cigarrillo que compartieron la última noche que pasaron juntos, hace cinco días.
Pensar en momentos en los que hacen falta palabras suele hacer que el tiempo se dilate, se vuelva tan elástico como el primer chicle que come un niño. Él la mira fijo unos instantes, ella tiene la mirada perdida detrás del ventanal que da a la Avenida de Mayo. Él suspira y siente que con esa exhalación se van algunas de las tardes en las que juntos tiraron piedras al lago cerca del campo de su familia.
Cuando ella vuelve la mirada hacia él se da cuenta de que el espejo que solía ver está roto y se ve partida, en fragmentos. No siente angustia porque sabe que lo inevitable no se sufre, se padece.
-Sabés que esto es difícil -comenzó al fin ella-. Me duele porque no sos uno más.
Él no duda del dolor de ella, y no puede juzgarla porque diga que no es uno más.
-Si esto fuera fácil… -murmuró entre dientes él-.
-Si esto fuera fácil seguiríamos siendo uno –ayudó ella, y terminó la frase que él no se animó a soltar-. Sabés que tengo que irme.
-Sí, lo sé, es tu vida y tu oportunidad –dijo él-. Sería mentirme a mí mismo decir algo distinto.
-Nos va a hacer bien –continuó ella con una sonrisa nostálgica y sincera-. Además, cuando nos volvamos a ver es probable que no nos reconozcamos.
Él sonríe y saca la mirada de la madera ya gastada de la mesa. Se encuentra nuevamente con esos ojos miel que le transmiten algo similar al calor del vientre materno.
-Sí, eso sería lo mejor que podría pasarnos –pensó en voz alta él, como siempre que hablaba con ella.
Ella se para y se acomoda el saco de hilo que lleva puesto. Lo mira completo con la certeza de que esa imagen será ese momento y nada más, que no lo recordará la próxima vez.
-Chau, hermanito –dice ella, y lo besa en la frente.

Ella sale por la puerta lateral del café y se mezcla en el aluvión de gente. Él se da cuenta de que no volverá a verla, y es feliz.