martes, 10 de noviembre de 2009

Luis D'Elia y la polémica como método de representación



La primera palabra que viene a la mente cuando se habla de Luís D’Elía es “polémico”. Aunque a veces es utilizada simplemente con un tono peyorativo o descalificador hacia su persona, esta forma de describirlo puede tener otro enfoque. Si se toma la definición de polémico como “quien provoca controversias”, o sea, quien sostiene discusiones que dan lugar a opiniones contrapuestas, el panorama se abre.

Es que el “mediático” (¿o mediatizado?) dirigente social utiliza, en cada una de sus apariciones públicas, un lenguaje y una carga argumental que aparentemente no le serían “funcionales al sistema”. Cuando se lo plantea como supuesto es porque resultaría interesante analizar a quién le es (o le fue) funcional D’Elía y a quién no.

Más allá del enigma acerca de cuál es exactamente su base ideológica, el líder de la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat (FTV) propone, como lo hizo ante los alumnos de la escuela de periodismo ETER, la discusión de temas que están totalmente fuera de cualquier cobertura de los medios. Por ejemplo, la trama detrás del atentado a la mutual judía AMIA, o el rol de Alberto Fernández en el conflicto entre el Gobierno y las entidades representantes del agro cuando era jefe de Gabinete.



D’Elía pronunció siempre consignas no funcionales al poder económico argentino desde su irrupción mediática como “líder piquetero”. Este término fue creado con una connotación negativa, de forma que aún cuando era diputado no se lo presentaba en la televisión como tal sino como alguien “que cortaba el tránsito” de forma antidemocrática. En íntima conexión con los grandes medios, los poderosos hubieron de sentirse de alguna forma molestos o tocados, ya que de lo contrario, generar la idea de que D’Elía es un “hombre desagradable” nunca hubiese sido necesaria.

Porque lo que anula la posibilidad de siquiera escuchar un argumento del ex funcionario kirchnerista es esa construcción que se hizo alrededor de su persona. Muchos, que incluso pueden llegar a tener considerables ideas en coincidencia con el dirigente, al hablar sobre D’Elía plantean que les provoca rechazo. Pocos son los que rebaten sus manifestaciones, que en numerosos casos son cuestionables.



Del otro lado, D’Elía y su organización sí fueron funcionales al crecimiento político del ex presidente Néstor Kirchner en el año 2003. El entonces primer Mandatario estableció una relación en la que no se respetó la autonomía organizacional de los movimientos sociales y desde el Estado se les impusieron normas contra sus voluntades, lo cual produjo que muchos le retiraran el apoyo (un trato basado en la heteronomía).

El FTV se mantuvo dentro y no se le puede achacar a D’Elía que lo hayan decidido bajo presión pues con el correr del tiempo varias fueron las “oportunidades políticas” de salirse del Frente para la Victoria. Por el contrario, el dirigente fortaleció su apoyo, al punto que fue nombrado subsecretario de Tierras para el Hábitat Social por Kirchner. Su accionar irresponsable, como por ejemplo cuando tomó una comisaría del barrio porteño de La Boca, sumado a la voracidad de los medios, lo llevaron a ser desplazado del cargo y a pasar a un segundo plano dentro del kirchnerismo, que a la vez profundizaba su lazo con la estructura del justicialismo bonaerense.



En suma, es posible establecer que Luis D’Elía es un personaje polémico, pero siempre y cuando se lo analice por la profundidad del contenido de su mensaje y sin el prejuicio que, aunque sus críticos lo nieguen, existe por su procedencia, su cultura y su forma de expresarse. La de él es una voz que, mal que le pese a muchos, es representativa de una importante cantidad de gente y, como tal, tiene derecho a ser manifestada y escuchada.