miércoles, 30 de septiembre de 2009

Que diez años no son nada...



Diez años, en el reloj de la historia, parece ser muy poco tiempo. El siglo veinte trajo, junto a sus constantes avances tecnológicos, procesos cada vez más cortos. Así, el movimiento antiglobalización, tal vez el primer gran proceso del siglo XXI, está por cumplir su décimo aniversario y parece encontrarse en un momento de total incertidumbre. El 30 de noviembre de 1999 (conocido luego como N30), cuando alrededor de 100 mil manifestantes sin organización partidaria política lograron que se levante la “Ronda del Milenio” de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en la ciudad estadounidense de Seattle, estalló una tensión interna a un amplio sector de la sociedad que decidió no tolerar más la opresión económica neoliberal y tomó de una forma original las calles.

De todos modos, ningún evento comienza en un día. Si bien el N30 produjo la explosión de estas nuevas formas de activismo político, ya había gestaciones previas en distintos lugares del mundo. Y Argentina no fue la excepción. El historiador Martín Bergel, de 35 años, fue uno de los primeros militantes antiglobalización argentinos, incluso antes de que fuera llamado así. En 1999 participó de “501”, una experiencia que planteaba que en las elecciones presidenciales de ese 24 de octubre no había en juego algo importante pues “todos los candidatos representaban la reproducción del sistema de ese momento”, y que consistió en movilizarse a 501 kilómetros del lugar de residencia, donde es legal no presentarse a votar.

Luego de esa acción, y ante la disyuntiva de qué hacer con lo generado y cómo seguir, Bergel y sus compañeros de militancia se sintieron atraídos por lo novedoso del llamado al “día de acción global” en Seattle y se involucraron cada vez más en un movimiento que comenzó a adquirir una mayor adhesión mundial. El compromiso del historiador fue tal que organizó distintas acciones en Argentina y participó de la primera reunión de los “antiglobales”: el Foro Social Mundial (FSM) realizado en la ciudad brasileña de Porto Alegre en enero de 2001.

Una década después, quien fue uno de los representantes argentinos más activos del movimiento antiglobalización repasa sus años de militancia, su visión de la actualidad del movimiento y, entre otros temas, la situación actual de Latinoamérica tras la irrupción de gobiernos de mayor corte popular.

¿Qué le representó la participación en el movimiento “501”?

Fue para mí una experiencia muy intensa con resonancias impensadas. En ese momento se estaban lanzando las primeras listas de grupos por e-mail, y la experiencia del movimiento 501 circuló por listas globales.

¿Qué sucedió luego de ese día de acción?

El problema era si seguir o no. Se trataba de un movimiento raro, porque se había formado con un objetivo y una fecha puntual, entonces el después era un problema. Con la circulación por las listas de correo electrónico nos comenzamos a vincular con la movilización a Seattle para el N30. El llamado nos parecía muy interesante porque era muy político pero al mismo tiempo era heterodoxo en los lenguajes utilizados. Por ejemplo, se llamaba a hacer fiestas frente a las Bolsas de Comercio. Era algo nuevo y nos gustó que las protestas tuvieran un carácter festivo.



¿Qué pasó el 30 de noviembre?

Nosotros organizamos una pequeña jornada que se hizo enfrente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Pero no nos imaginábamos que Seattle iba a tener tal repercusión. Fue un rotundo éxito: se detuvo la Ronda de la OMC. Fue la gran explosión del llamado “movimiento antiglobalización”.

El filósofo francés Edgar Morín sostiene que ese día comienza el siglo XXI, ¿qué opina?

Es una lectura posible, aunque no deja de ser sugerente esa idea. Es que además el movimiento tenía una vocación de contemporaneidad en el sentido de asumir todos los elementos novedosos, como las nuevas tecnologías, e incorporarlos a usos prácticos. En ese sentido la frase me parece interesante, ya que se trataba de incorporar las claves de la época y proponer algo nuevo. Contenía promesas para desarrollar en el siglo XXI.

Dentro de las nuevas tecnologías, ¿se destaca la internet?

Sí, claramente. Después del N30 me vinculé mucho al movimiento global. Hice muchos contactos a través de internet con gente de Brasil, España y otros países. Todos estábamos lejos físicamente pero muy próximos en preocupaciones. Sin la irrupción de esta nueva forma de comunicarse hubiese sido totalmente imposible que se gestara semejante movilización.

¿Cómo se pasó de esas actividades al primer Foro Social Mundial de Porto Alegre?

El hecho de que lo organizara un partido político, el Partido de los Trabajadores brasileño, generaba recelo. A mí en particular me fascino el Foro. No se notaba lo relativo a la vieja cultura política. Había una diversidad muy interesante. La primera imagen que se obtenía del Foro era “caos”, pero a mí y muchos otros eso nos estimulaba. Era muy emocionante encontrarse con gente de lugares tan distintos y sentirse parte de un “nosotros”.

¿Participó de algún otro día de acción global?

Participé en la contracumbre del Grupo de los 8 en Génova, Italia, en julio de 2001. Esa acción significa un mojón muy importante en la historia del movimiento antiglobalización. Fue una experiencia muy fuerte, porque se movilizaron cerca 150 mil personas.



¿Es la movilización de tanta gente uno de los mayores logros del movimiento global?
Yo creo que sí. De todos modos, es uno de sus puntos de crisis, ya que no se logró ver cómo traducir semejante movilización en logros concretos. Pero sí se evidenció una concientización de idea de crisis del neoliberalismo. Se trajeron nuevos temas a la agenda política como el medio ambiente, cuestiones de género, o la problemática campesina, todos asuntos que estaban relegados.

¿Qué otros logros le atribuye a la acción antiglobalización?

Que los ocho tipos más poderosos del mundo se tuvieran que juntar casi en secreto porque la vista de todo el mundo estaba puesta allí fue un triunfo político. El G8 y las otras instituciones perdieron legitimidad y esa es una victoria innegable.

¿Qué opina del rol que jugaron los mismos manifestantes como productores de información?

Gracias a internet se produjo una democratización en los medios de comunicación, en el acceso a la información. Indymedia, la red de medios independientes, tenía un lema que a mí me gustaba mucho: “No odies a los medios, sé los medios”. En una movilización se veía a alguien que al mismo tiempo que participaba estaba filmando. Era una figura nueva, muy poderosa. Se conformó entonces una red global que producía su propio conocimiento y lo comunicaba sin esperar a que vinieran los grandes medios.



¿Por qué cree tuvo mayor resonancia la acción del movimiento global en Brasil que en Argentina?

Considero que la principal diferencia está en cierta impronta del PT brasileño. Sobre todo su corriente interna “Democracia socialista”, que tuvo mucho que ver en la gestación del FSM. Tras notar esa diferencia de resonancia, nosotros quisimos establecer actividades para conectar esos con los procesos argentinos, sobre todo después de diciembre de 2001, pero nos encontrábamos con interlocutores erráticos.

¿Podría haber sido la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) un movimiento sindical más compatible?

La CTA, como escisión de la CGT, podría haber sido un núcleo de recepción más afín. Era un nuevo sindicato, con nuevas ideas. Pero sus líderes nunca se involucraron.

¿Qué relación hay entre la concepción latinoamericana de “Socialismo del siglo XXI” y las experiencias globales?

Evidentemente el mundo cambió en 10 años. Creo que no pensábamos ni apostábamos porque todavía desde el Estado se pudiera hacer algo. No era lo que nos gustaba, pero tampoco era lo que veíamos como posible. El Estado estaba realmente atenazado por las fuerzas de la globalización. Aparentemente no es tan así, hay un cierto espacio. En Europa se ve con entusiasmo lo que pasa en Venezuela y Bolivia. Otros dicen que Chávez reproduce el sistema y que no es una alternativa viable. Yo tiendo a pensar como este segundo polo. Al mismo tiempo, algo crítico empezó a ser cómo articular los nuevos movimientos con ciertas instancias estatales de modo que esa relación no produjera heteronomía. Es decir, que mantuviera la autonomía de los movimientos y que el Estado no les impusiera normas contra su voluntad.

¿Cómo ve el caso de Argentina?

La relación de los movimientos sociales con el ex presidente Kirchner fue heterónoma. De todos modos, me descubro cercano al kirchnerismo en cuanto a las pujas que se viven hoy con la derecha, aunque esto no quiere decir que los vote. Millones de cosas me disgustan pero algunas pequeñas, como el discurso de Cristina cuando hace un énfasis feminista por ejemplo, hacen una diferencia con esa vieja tradición populista-estatista.

¿Cómo ve la situación del movimiento global en la actualidad?

Lamentablemente, los intentos por reflotar el movimiento global no han sido muy exitosos. Yo sigo apostando por un movimiento global que recoja lo muy rico de lo que se produjo, aunque me alejé de una militancia concreta porque no hay elementos de la realidad que me entusiasmen. Pero al mismo tiempo en Latinoamérica las esperanzas están puestas en las acciones estatales y en Europa están totalmente desconcertados. No es un momento de claridad.

¿Existe una mirada nostálgica en usted?

Fueron momentos muy lindos e intensos, donde creímos que se podían hacer cosas grandes. Gente con ningún poder que conseguía interpelar a los poderosos del mundo. Por ese lado sí puede surgir nostalgia. No quisiera sentir este tema agotado.

Si el movimiento antiglobalización resurgiera con la fuerza de hace 10 años, ¿cree usted que apoyaría y participaría en la militancia?

Sí, sin dudas. Dentro de mis posibilidades siempre voy a dar mi apoyo. Mi apuesta sigue siendo al movimiento global y a sus prácticas.

2 comentarios:

  1. Muy buena entrevista. Te felicito HDE.
    Me parece que Martín representa a un importante sector que está esperando "algo" para volver a movilizarse. Creo que ese "algo" también hay que buscarlo. Como lo están haciendo los obreros y empleados de la ex Terrabusi, con el apoyo de los estudiantes, cosa que está empezando a preocupar a los sectores patronales de acá y de los EEUU.

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  2. "En 1999 participó de “501”, una experiencia que planteaba que en las elecciones presidenciales de ese 24 de octubre no había en juego algo importante pues “todos los candidatos representaban la reproducción del sistema de ese momento”...
    No es novedad. Tendria que cambiar todo el sistema para que los representantes politicos no sean, al fin de cuentas, serviles al mismisimo sistema. Eso seria, tal vez, demasiado revolucionario para estos lares.

    Con respecto a lo que dice sobre su cercania al kirchnerismo cuando la presidenta tiene mensajes feministas haciendo "..una diferencia con esa vieja tradición populista-estatista." vale recordar que fue desde el peronismo de aquella "epoca estatista - populista" donde se hicieron realidad todas las luchas que anteriormente pregonaban las feministas. Fue con Eva Peron que se inicio el voto femenino y la participacion del 1/3 de Rama Femenina en el PJ, reivindicando la lucha de mujeres como Alicia m. de Justo, que habia caido hasta ese momento en saco roto.

    Con referencia al comentario anterios, en la lucha de los obreros de Kraft Terrabusi, esta en movimiento de izquierda como la CCC y troskistas, aprovechando el espacio vacio de una CGT que, nuevamente, se agacha a los requerimientos empresariales. No son solo un par de estudiantes sino un gremio alternativo a la propuesta burocratica sindical.

    En mi humilde opinion, hay que involucrarse. La revolucion no va a pasar por la puerta de tu casa y te tocara timbre. Tampoco vale quejarse de todo u oponerse a todo desde la simplista posicion del no ser operador politico y mantenerse siempre en la oposicion sin riesgos.

    Muy buena la nota! (parezco un oyente de hasta cuando???)

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